Un amigo me mandó este artículo. Me quedo con el párrafo referenciado abajo:
"Tengo la impresión de que cualquier ser humano que, por necesidad o elección, se va de su tierra en la edad madura para vivir en otro sitio ajeno, perdiendo sus códigos, su acento, sus amigos del alma, su familia y sus libros y discos de adolescencia, se convierte en otra persona a la fuerza. Y esa otra persona no es ya de ninguna parte. Pero tiene un pariente cercano en cualquier inmigrante, tiene historias comunes con todos los que se han ido. Yo tengo más temas en común con un senegalés que llegó a España en patera que con un francés que vive en París. Somos muchísimos los que estamos en otra parte, los que ya no tenemos en el bolsillo la llave de la casa de nuestros padres. Los inmigrantes somos un país sin bandera y sin himno, pero nos reconocemos por la calle y sabemos cuánto nos cuesta cada día no olvidar de dónde vinimos, de dónde somos."