Los cuatro lectores (Catón dixit) de este blog desde el principio saben que soy un adicto a los idiomas. Sin embargo, últimamente me he sentido bastante falto de entusiasmo en mis clases y aprendizaje de francés (idioma en el cual leo bien, escribo a un nivel básico y hablo de manera fatal, aunque medio se me entiende). Después de un concienzudo análisis, me dí cuenta de que lo que no me gusta de mis clases de francés es la maestra.
Vayamos por partes (como diría Jack el destripador). Esta no es ni la primera ni la segunda ni la tercera vez que estoy estudiando una lengua que no es la materna, ni la primera vez que estoy estudiando dos idiomas al mismo tiempo (en orden cronológico he pasado por clases de inglés, alemán, italiano, finés, portugués y ahora francés y neerlandés, además de mi amado español mexicano chilango), y a lo largo de este tiempo me han tocado maestros malos, maestros buenos, maestros buena onda, maestros estrictos y maestros barcos entre otros, pero nunca me había tocado un maestro (maestra, en este caso) sarcástico.
Después de hacer el examen de colocación, me dijeron que me podía saltar el primer nivel (que dura un año) a lo que podríamos llamar Loditos II. Empecé con una maestra pero por cuestión de la maestría tuve que cambiar horario, con lo que me tocó la actual. Con ésta tal parece que no me congracié mucho dado que cuando nos preguntó en la clase cuál era nuestra experiencia con la lengua de Voltaire yo simplemente contesté “Ninguna, pero estoy leyendo De la guerra (von Clausewitz) en francés”, lo cual parece que no le cayó muy en gracia. De tal manera que cuando me toca leer algún texto o hablar sobre algún tema, no sólo me corrige (que a eso va uno, a que le enseñen y lo corrijan), sino que lo hace de una manera, digamos, poco profesional como (al haber cambiado el sexo de un sustantivo por error) “¿Qué? ¿Ya lo volviste transsexual?” o (en un examen oral, donde expliqué que estoy comprometido) “La única manera en la que vas a mejorar es consiguiéndote una novia francófona” (y uno nada más pensando “¿Y qué ______ te acabo de explicar?”).
Lo peor del caso es que creo que fuera de ese detallote es una maestra bastante buena y estoy seguro que he aprendido bastante, pero no la soporto, y la verdad es que ni ganas me dan de practicar mi francés fuera de clase, con lo cual no avanzo como quisiera. En realidad estoy muy desmotivado al respecto.
Lo bueno es que no hay mal que por bien no venga. Por razones de calendarización de la maestría, voy a tener que cambiar a otra clase otra vez, así que espero que me vaya mejor (si me pudieran mandar con la primera maestra que tenía sería excelente).